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Reviviendo las Huestes
(re-sentimiento, lucha y memoria)

Tapa Reinará la Tempestad.jpg

“Aseguró que todos los individuos reproducían en sus propias necesidades la sociedad represiva, incluso a través de la revolución”.

 

A propósito de Herbert Marcuse

Berlín, 1968

José María Pérez Gay

El comienzo de la década del 90 supuso la última década de un siglo hipócrita, infame y civilizado. Un siglo que hizo del holocausto una máquina fordista, de la tecnología y la ciencia un arma letal y de la moral un cínico artificio de los que imponen las reglas del juego para uso, abuso y beneficio de las inversiones pasadas, presentes y futuras.

 

Es claro que la sociedad se erige a partir de la exclusión, la sociedad occidental encuentra su identidad a través de la negación de lo diferente, y nunca este lugar común de la paranoia y la persecuta encontró su mejor caldo de cultivo que durante el escenario de la guerra fría y la lucha anticomunista.

 

Nuestro país no pretendió quedarse atrás frente a los vientos de cambio del mundo, si en algún momento quiso ser la nueva París para la década del 70 habían aprendido muy bien la lección de Francia en cuánto a los métodos de tortura y cohersión que el ejército francés ejercía en Argelia.

Nuestro país nunca fue tan civilizado y cristiano como cuando combatía al enemigo interno, e hicieron de ello una cruzada moral como si de eso dependiera el destino de las sociedades occidentales frente al peligro rojo.

 

Es de público conocimiento lo que hicieron en connivencia: la sociedad civil, el clero y la milicia, con el claro apoyo de Washington. Nuestro país nunca volvió a ser el mismo después de esto, llegar al extremo del horror más racional y desapasionado como el que ejercieron los torturadores sobre sus víctimas, para ir después a su casas a cenar con sus familias como si el trabajo no fuera más que una rutinaria labor municipal, es el mayor de los horrores.

Porque si algo demuestra la historia es que los campos de concentración funcionaron no por un ejército bien adiestrado, sino por toda una sociedad programada para eliminar lo realmente Otro en sí mismos, y nuestra historia no esta muy alejada de esta sociedad que se pretendía la más civilizada e ilustrada, nuestros militares admiraban y estudiaban a la milicia alemana y también tuvimos nuestros pogroms -como corresponde- y hasta un acto multitudinario celebrando en el Luna Park un verdadero acto nazi con sus exponentes locales.

Lo que quiero decir es que la mejor manera de percibir la profunda huella que nos legó la dictadura cívico militar, es calibrando los efectos que tuvieron inmediatamente en las generaciones posteriores, más específicamente en el campo de la música, el rock.

 

Durante la década del 80 y los 90 encontramos un montón de relatos tanto evasivos como dolorosamente comprometidos; el dark, el punk y el heavy fueron esos géneros minoritarios que en su expresión mejor se ocuparon de esto.

Una de las más crudas representaciones de ese pasado en el presente, fue el debut de la nueva banda de Osvaldo Civile post-V8, Horcas y su disco “Reinará la tempestad” editado en el año 1990.

 

Horcas con esta obra continuaba su filiación con V8 pero en su vertiente más áspera y resentida, haciendo del resentimiento -tal como V8- un arma de choque para enrostrar las miserias del país en su propio cuerpo conceptual, como el nombre lo indica Reinará la Tempestad es un disco apocalíptico pero de tono suburbano, citadino y callejero.

La componen en su enunciación expresiva 9 temas que no dan respiro, bueno en realidad no hay nada bueno que respirar en el comienzo de la década, ya lo dice el comienzo de la canción Devastación sin eufemismos “No puedo respirar/ nauseabunda es esta ciudad/ grave es la pudrición/ es foco de infección”.

 

Se podría decir sin exagerar que el debut de Horcas es literalmente escatológico, es un registro desde lo más profundo de las vísceras de unos jóvenes sin más recursos que el de la música tratando de expurgar todo lo que está podrido en sí mismos, es más usual pensar que una persona entrada en años tengas más fermentación existencial que la juventud en sí misma, pero lo claro es que no es cualquier juventud sino una que corresponde a determinado estrato social que no entra dentro del sistema más que a través de la negación, y la propia fagocitación de la energía creadora a través de la autodestrucción del deseo y la propia vida ya sea a través de la droga (Ardiendo en llamas) o la misma sociedad, que no hace nada para cicatrizar las heridas del pasado.

 

Me voy a detener en algunas líneas de las canciones entremezclando letras para observar en ellas, a 22 años del disco debut de Horcas y 38 años que nos alejan de la dictadura cívico militar, que Reinará la Tempestad es una de las mejores expresiones estéticas para entender los efectos de la dictadura en la sensibilidad de una juventud que hereda el abismo moral de sus padres.

 

Incomprendida generación/ sumergida en la oscuridad/ esta llegando a desfallecer/ por culpa de quienes no la alimentan/ No hay futuro/ víctimas de la putrefacción/ la juventud que clama venganza/ Hoy ser joven es pecado/ es ser drogadicto o malhechor/ muerto en vida aquí estoy/ torturado por la infamia del depredador/ violación a tu moral/ saturado de llevar toda esa carga/ que es solo un montón de escombros.

 

Lo que justamente la generación de Civile re-siente es el peso de la inutilidad, el montón de escombros de un país que hasta ese momento no se había recompuesto de su peor mal y que como demuestra la actualidad nunca se recupero ni se quiso recuperar del todo porque hay muchos intereses en pugna, en juego y en disputa.

Pero la que mejor ejemplifica es que la generación de Horcas, esta juventud de clase obrera no era suicida ni estúpida porque si así fuera sería imposible que escriban una canción como “La marcha de las ratas” toda una poética del desprecio a la casta militar y a su infame ideología de humillación y muerte.

 

Clemencia piden ya/ verdugos del ayer (…) repugnante es su honor/ nauseas da su ideal/ son la aniquilación de tu integridad/ quienes creen que son ratas de albañal/ quién fue que los parió/ son materia fecal/ sembraron el terror/ no tuvieron piedad/ son la aniquilación/ de la humanidad.

 

Es muy fácil escuchar a este disco con los oídos de ahora, es muy fácil confundir esta poética con una actitud de reviente, pero si hay algo que es necesario hacer como ciudadanos y seres culturales de esta parte del mundo es que ya no podemos darnos el lujo de ser ingenuos, pelotudos funcionales, o reventados sin cerebros, hoy más que nunca la batalla está en usar las banderas que las generaciones anteriores defendieron a riesgo de perder lo poco o nada que se tenía, hoy la lucha esta en devolver los contextos políticos a discos como este, para leer en su plena literalidad, el discurso de la resistencia que aún en la mierda, el resentimiento, o la mala suerte sigue pujando por ese mundo más justo donde también estamos vos y yo.

Escritura a cargo de Luis Ortellado autor del libro "La política de los perdedores. Una lectura sobre la utopía heavy en los 80"

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