ALGUNAS REFLEXIONES DE UN 8M

En estos años asistí al entierro de mi libre albedrio y al juicio salomónico de mis elecciones musicales. Por un lado, por escuchar metal se me impuso un padre y se me ordenó sentir culpa por gustarme la música de “mi opresor”, mientras que por el otro, se me acusó de arruinarlo todo por denunciar lo que está mal en la escena. En tanto algunes me relacionan con el romanticismo de algunos subgéneros del metal sólo por el hecho de ser mujer, otres me plantean que exagero sobre la violencia de la escena porque “si ellas pudieron es que se puede” de la misma manera que se escuchan esos discursos de “no hay que darles pescado hay que enseñarles a pescar. Sea como sea para este binarismo que se formó en la escena sólo puedo ser víctima o compañera, pero de ninguna manera jamás podría ser protagonista lo cual es sumamente peligroso porque se genera una historia de la movida similar a la de la conquista, pero esta vez asistimos a una historia conquistada por la academia que permite el acceso a becas de algunas personas y asegura el silenciamiento de las voces que impiden el armado de este relato funcional a los intereses de otras latitudes que pretende ser universal.
Algo sumamente peligroso de este relato es su funcionalidad a la división sexual de los trabajos y los saberes. En este sentido las identidades feminizadas aparecemos relacionadas a subgéneros del metal vinculados al amor romántico como así también a funciones de acompañamiento de la movida (managers, fotografes, periodistas, etc.).
Me gustaría plantear algunas cuestiones para comenzar a por lo menos poner en duda este relato:
¿Se realiza una investigación en torno a la presencia de identidades feminizadas en la escena metalera?
¿Cuáles son los criterios para investigar nuestra presencia como identidades feminizadas en la movida?
¿De que manera se evita un sesgo hegemónico? ¿Acaso se utiliza un enfoque interseccional (género – clase – raza)
¿Se tomo por sentado que sexo es lo mismo que género? ¿Se les pregunta a las personas entrevistadas sus pronombres? ¿Se le pregunta su género o simplemente se da por sentado?
Mi intención con estas preguntas no es poner una agenda académica ni mucho menos, simplemente es un intento de salir de ese relato que me dice que me acerque al metal por Rata Blanca o Nigthwish. Particularmente llegue al metal renegando de mi lugar establecido en el sistema, quería escuchar algo que no me hablara de mi destino como mujer al amor romántico y a la maternidad. Así llegue por primera vez a “Otro día para ser” y me partió la cabeza porque sentía que la letra me hablaba a mí, pero también te hablaba a vos porque le hablaba a un sujeto colectivo que en plena década del noventa se escribió en masculino inclusivo hecho que hoy es cuestionable pero que en aquel entonces era lo más normal.
De la vereda de enfrente está el relato del “si yo pude, se puede y no es tan terrible” que presenta otras complejidades entre ellas el relativismo de las situaciones de violencia machista que ocurren en la escena, también la conformación de un estereotipo sexista promovido por la industria y no menos importante la criminalización de los reclamos feministas en el metal.
Quizás el desafío es repensar nuestro lugar como identidades feminizadas metaleras lejos de la culpa y ese de hijas no protagonista que plantean algunos discursos, pero también desde un lugar de denuncia y sororidad que nos permita disfrutar integralmente de la movida,
Repensarnos más allá del binomio sexo – género, desde nuestro lugar de clase trabajadora y militante, desde el trash metal que se nos negó en esa división sexual de los subgéneros funcional a la división sexual del trabajo en la escena. Repensarnos sobre todo desde nuestra territorialidad, desde nuestros barrios, no desde un norte global pero tampoco desde una academia que se disfraza de corderos renegando de él por el vil metal. Una territorial propia, que abogue por el nombre propio no desde una clave Gondwanica ni tampoco latinoamericana que pueda invisibilizar a algunes de nosotres. La apuesta es volver a los barrios, volver a caminar nuestras calles recuperar nuestra subjetividad para defender nuestra presencia nuestras historias porque fuimos protagonistas en la resistencia a la última dictadura cívico – militar, vivimos el gatillo fácil y estaremos en lo que vendrá.
Jimena Mabel Somoza.